Friday, September 10, 2010

Los escritos de mi tía

Los Escritos de mi tía
Por Cecilia Piccato

I
No encuentro otra manera de decir que se murió más que establecer por escrito, como a ella le hubiera gustado, que se murió un día de verano mientras la lluvia caía silenciosa y nadie se acordaba de ella, sola y tan vieja en su jacal de quinta a tres cuadras de la playa en Veracruz.
A mí me avisaron ya tarde, ya enterrada, y llegué al puerto aburrido y sin dolor. Según la vecina se murió de pena por tanto olvido que la rodeaba, según las autoridades el ataque fue tan fulminante que el corazón se le rompió en pedazos. Al final de cuentas no importa; se murió y me tocó a mí hacerme cargo porque sin yo saber me nombró su heredero universal.
Vivía en un rectángulo de ladrillos mal puestos divididos en dos cuartos con pared de cartón piedra. Un colchón desvencijado era su cama y sillón de visitas. Pilas de libros descosidos se apretaban contra las paredes sucias.
Yo no la quise nunca. Nunca me gustó su aspecto, ni su voz, ni lo que tenía que decir. Tampoco nunca supe bien quién era. Me vine a enterar a la hora de hacerme cargo de su herencia que esa mujer tan incómoda, tan poca cosa, tan ignorante, me parió sin gritar una noche y me amó para siempre.