Friday, September 10, 2010

Los escritos de mi tía

Los Escritos de mi tía
Por Cecilia Piccato

I
No encuentro otra manera de decir que se murió más que establecer por escrito, como a ella le hubiera gustado, que se murió un día de verano mientras la lluvia caía silenciosa y nadie se acordaba de ella, sola y tan vieja en su jacal de quinta a tres cuadras de la playa en Veracruz.
A mí me avisaron ya tarde, ya enterrada, y llegué al puerto aburrido y sin dolor. Según la vecina se murió de pena por tanto olvido que la rodeaba, según las autoridades el ataque fue tan fulminante que el corazón se le rompió en pedazos. Al final de cuentas no importa; se murió y me tocó a mí hacerme cargo porque sin yo saber me nombró su heredero universal.
Vivía en un rectángulo de ladrillos mal puestos divididos en dos cuartos con pared de cartón piedra. Un colchón desvencijado era su cama y sillón de visitas. Pilas de libros descosidos se apretaban contra las paredes sucias.
Yo no la quise nunca. Nunca me gustó su aspecto, ni su voz, ni lo que tenía que decir. Tampoco nunca supe bien quién era. Me vine a enterar a la hora de hacerme cargo de su herencia que esa mujer tan incómoda, tan poca cosa, tan ignorante, me parió sin gritar una noche y me amó para siempre.

Friday, August 27, 2010

Aires de duelo

Aires de duelo
(Para los setenta y dos migrantes que no llegaron)
Hoy, que podría muy bien ser cualquier otro día, me pregunto en voz alta las preguntas que impone el dolor inmenso de ver un país amado desintegrarse de a poquito y los gritos sin que nadie lo oiga.
La barbaridad cotidiana parece mecerse en los brazos fríos de la resignación y un aire de duelo eterno se define como única realidad posible. Las lloronas hace tiempo que desparecieron y las veladoras son vasos de vidrio vacíos de sentido. Pero el aire de duelo flota como bruma seca de llanto antiguo; flota y se extiende invadiendo la memoria de tiempos mejores y de tanto desplegarse se adueña de lo que fue, de lo que es y de lo que pudiera ser. Y nadie la pelea, nadie la enfrenta con las ganas que da la vida, nadie la detiene con la certeza de un cambio que puede ser.
Hoy, como cualquier día, me pregunto quién será el que se ajuste el cinto y salga a la calle y la haga suya y la camine con la paz como bandera, utilizando el dolor que no le cabe ya en el cuerpo como herramienta de protesta que no precisa de piedras ni de balas para ser escuchado pero que requiere del absoluto compromiso de su humanidad para declarar sin necesidad de gritos que hasta aquí llegamos, y que el cambio es irremediable.
Me pregunto quién será el que acuse con las manos abiertas hacia el cielo, el que exija las respuestas que faltan, el que tropiece y siga andando. Porque quien sea, estoy segura, se irá encontrando a su paso otros como él, otros como ella, que con el mismo silencio insoportable pondrán las manos mirando al cielo y llorarán bajito la indignación de una realidad que no es la supuesta, que si acaso ha sido la sospechada, pero nunca la deseada.
Mientras me hago estas preguntas me imagino un tiempo cuando hubo muchos caminando las calles en un silencio tan rotundo que resquebrajó las paredes de los palacios de las mentiras y le abrió los ojos hasta a los que no querían ver. Cuando la sangre ahogó el orgullo precolombino y se quemaron cientos de zapatos sin dueño. Y la historia se volvió una responsabilidad innegable.
Hoy, como cualquier otro día, la historia que se escribe exige el mismo compromiso, las mismas ganas. Se inspira en un dolor distinto pero que hiere igual. Se mancha de sangre como antes y no concibe tanto terror. Pero no puede detenerse y por eso requiere que caminemos las calles. Para que no se imponga la barbarie que es ya cotidiana y en su lugar se establezca la indignación del rechazo a una realidad que tenemos que desobedecer con la civilidad que requiere. Y la requiere. El miedo no puede ser excusa. La bruma seca de llanto antiguo tampoco.

Thursday, July 01, 2010

Rómulo

Se fue y volvió tantas veces porque sí, que en uno de los regresos, al darse cuenta de aquel peregrinar eterno en que se había convertido su vida sin más razón que el huir por gusto, decidió jamás irse otra vez. El único problema, el cual descubrió casi al azar días después de tomar aquella decisión, fue el haber quedado varado a la deriva en tierras desconocidas y sin poder dar marcha atrás. Su propia valentía lo había derrotado al querer ser heroico sin siquiera saber dónde estaba pisando, obligado a detener su travesía de golpe y a la fuerza con la arbitrariedad y el fatalismo de creer a ciegas en el destino. Las Cruces se convirtió en su lugar porque sí, sin amor ni arraigo ni memoria. Unido a ese pueblo verde por el hilo débil de un acto de consciencia, Rómulo comenzó de nuevo.

Monday, December 28, 2009

Saturday, February 28, 2009

Ocurre que en ocasiones, cuando despierto, la primera bocanada de aire consciente me llena los pulmones de una nostalgia absurda y poblada de imágenes que no son mías. Es la nostalgia de lo heredado; un compendio de vivencias del cual he sido testigo y que me tocan porque el amor, al fin de cuentas, es tan irreverente como el deseo de ser parte.
Hoy fue uno de esos días, pero me he recuperado a tiempo y sin una lágrima he sorteado los por qués que la historia se empeña en alimentarnos simplemente para complicar la vida.
Con tiempo, espero, llegaré a las conclusiones que esperan ser reconocidas. Por ahora que valga el esfuerzo de haber sorteado sin humedades los recuerdos que desde siempre han sido míos, si no como protagonista, al menos como espectadora.
Salve, Jerónimo

Friday, December 19, 2008

Cuento parte 1

Los gatos lloraban desconsolados y no había forma de hacerlos callar. El calor intenso aquel otoño inaudito los mantenía en un estado de locura imposible de ser contenido. El frío que no llegaba había extendido sin querer pero a sabiendas el cortejo aquel que más que amoroso era cuestión de biología. Los pobladores de aquella zona habían intentado todo; desde bañarlos en agua helada hasta encerrarlos en jaulas oscuras y tristes. Pero los gatos seguían llorando, enloqueciendo al pueblo que de tanto bramido no conciliaba el sueño.
Los gatos eran agresivos; caminaban con las garras de fuera, erizaban su pelambre al instante de ver a otro ser vivo, y se negaban a comer. Las gatas, en cambio, solamente lloraban. Lloraban y se restregaban contra las esquinas de las paredes, los árboles aún verdes, las piernas de la gente que aparecía a su paso. Lloraban un llanto enloquecedor de niño nacido sin amor, de viuda sin consuelo, de juicio final llegado sin aviso.
Así fue cómo llegó la locura a ese lugar remoto que ahora nadie quiere nombrar.

Wednesday, December 17, 2008

PARA CLAUDIA

Lo que nos une siempre ha sido más importante que lo nos desune. La distancia, las fronteras históricas, emotivas, de vivencias y de olvido, acaso han hecho mella, pero jamás un daño irreparable. Somos, al fin de cuentas, el producto de una familia que nunca se detuvo a hacer recuento de lo perdido, si acaso ha celebrado siempre las ganancias, por pequeñas que fueran. Los ires y venires de mi vida solamente difieren de los tuyos en forma, no en contenido. Las pérdidas en mi vida son como las tuyas, un dolor sordo que nos acompaña más allá del deseo, un tatuaje a fuerzas de lo absurdo que puede ser la vida nada más por que si.

Y aquí estamos hoy, con un año más a punto de llegar y todavía cantando los cariños y no las pérdidas. Y eso vale.

Las memorias son infinitas cuando te recuerdo. Son tu casa en San Francisco y Anto y Vero gateando la distancia del garaje; son los helados que tu abuelo Atilio nos llevaba a tomar las noches de calor; son las expediciones furtivas al piso alto y poblado de color morado; son los tubos de ensayo que no debíamos tocar y que brillaban a contraluz como joyas inauditas. Son los chocolates Jack y el pan con queso roquefort. Son las idas al baño en grupo y, como bien dices, nuestra eterna soltería en los juegos en común.

Y son también mi reencuentro con la Argentina, y las ganas de pertenecer; y la nona cebando mate y la Vero de novia. Y mi hijo y su nombre Miguel, y mi partida, nuevamente.

Pero todo eso, largo y complicado como parece no es más que la vida. La tuya, la mía, la de los nuestros. Absurdamente lógica, si nos ponemos a pensar, y magnífica en su simplicidad.



Uno de mis poetas preferidos lo dice bien:
"El peso del mundo es amor.
Bajo su carga de soledad,
bajo su carga de insatisfacciones
el peso
el peso que cargamos es amor."

Y yo cargo ese peso con el orgullo que me da la sonrisa de saberte en mi vida todos los días sin la necesidad de probarlo. Sin tener que verte ni escucharte. Solamente sabiéndote. Y entonces sé y digo en voz alta que te quiero y no importa quien me escuche. Lo que importa es que lo siento.
Y lo siento.....