Friday, December 19, 2008

Cuento parte 1

Los gatos lloraban desconsolados y no había forma de hacerlos callar. El calor intenso aquel otoño inaudito los mantenía en un estado de locura imposible de ser contenido. El frío que no llegaba había extendido sin querer pero a sabiendas el cortejo aquel que más que amoroso era cuestión de biología. Los pobladores de aquella zona habían intentado todo; desde bañarlos en agua helada hasta encerrarlos en jaulas oscuras y tristes. Pero los gatos seguían llorando, enloqueciendo al pueblo que de tanto bramido no conciliaba el sueño.
Los gatos eran agresivos; caminaban con las garras de fuera, erizaban su pelambre al instante de ver a otro ser vivo, y se negaban a comer. Las gatas, en cambio, solamente lloraban. Lloraban y se restregaban contra las esquinas de las paredes, los árboles aún verdes, las piernas de la gente que aparecía a su paso. Lloraban un llanto enloquecedor de niño nacido sin amor, de viuda sin consuelo, de juicio final llegado sin aviso.
Así fue cómo llegó la locura a ese lugar remoto que ahora nadie quiere nombrar.

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