Wednesday, December 10, 2008

Meses sin escribir y sin pudor asumo la responsabilidad de no tener excusa. En realidad, si he de ser franca, sin pudor he hecho y deshecho a lo largo de la vida sin que me sintiera forzada -o requerida, una palabra mucho más bonita para describir obligación porque hace pensar en el deseo- a dar cuentas. Aquí estoy pues, frente a mi laptop, Ema, con mis perros acostados a mis pies, un cigarro de esos que tengo que dejar, un café de mentiritas y las ganas de que a alguien le importe lo que tengo que decir.
El año se está acabando y el recuento es largo. Bueno o malo no importa, lo que vale es poder hacer la lista en voz alta y esmerada, para que nada escape.
Miguel terminó la escuela, cumplió dieciocho años, consiguió trabajo y en enero comienza su educación universitaria. Continúo pensando que dieciocho años son muy pocos para saber qué quieres hacer el resto de tu vida. Por eso espero que tomará las clases obligatorias sin casarse con ninguna carrera. Continúa enamorado, viviendo sus días con Jesi, mi hija mujer, que despues de tres años juntos aún lo esmera a bañarse, y eso se paga con oro, como toda madre sabe.
El marido sigue siendo un hombre que trabaja más de lo que debe. Es un buen hombre al que quiero inmensamente, pese a las enormes diferencias que tenemos a la hora de ser, simplemente.
Y yo sigo, tratando de hacer el mejor trabajo, intentando ser buena con el planeta, amando a los míos por sobre todas las cosas, y esperando que surja la historia que desde hace tantos años he tratado de escribir.
Soy una mujer que está contenta, que tiene planes y expectativas, que es, todavía, joven y espera. Y con eso les deseo a los míos lo mismo: planes y expectativas, un corazón joven, ganas de reír y un llanto a mares, y sobre todo, nada de pudor!

1 comment:

Clau said...

Importa que escribas. Aunque más no sea para saber que estás allá, tan lejos, tan cerca. Tan lejos como los kilómetros que nos separan. Tan cerca como los veranos compartidos. Hace unos días me reencontré con gente de San Francisco, Alicia, la Fluri, y cómo no acordarme de la 9 de julio corrida de punta a punta mientras nos chorreaba el verano por la espalda. Extraño los árboles de navidad en el pino de la nona, a Pablo escondido en el baúl de las revistas para que no lo encuentren los Alonso, al Anto vestido con el saco a cuadros del tío Tuco y tomando whisky de una botella de perfume, a vos soltera como yo cuando jugábamos a la casita. Pegó fin de año. Besos a raudales.